Viernes, 28 de Enero de 2011.
Amanecimos como siempre pronto para evitar los atascos y nos dirigimos hacia el Pululahua. Se trata de un volcán extinto en cuyo crater viven unas 40 familias que explotan la agricultura y ganadería. No tuvimos suerte y la niebla apenas nos dejó vislumbrar algo, una pena, pues prometían ser unas vistas maravillosas.
Aprovechamos al fin y al cabo el desplazamiento comprando en un mercadillo cercano unas muñecas ($5) y visitando el Museo del Templo Solar ($7) a pesar de ser una institución privada.
Estaba muy bien cuidado y en su interior ofrecía distintas exposiciones y experiencias: una muestra de pintura, un curioso reloj de sol que marcaba la hora, estación y más cosas por la luz que pasaba por una abertura en el techo. También pudimos hacer experimentos con olores de Ecuador y nos obsequiaron con la degustación de la infusión de chicha (que me había dejado pendiente de probar desde que estuve con los Machacuyacu).
Tras esto nos dirigimos a la Mitad del Mundo. Hicimos unas cuantas fotos ya que no siempre está uno sobre la línea del ecuador (está pintada en el suelo para que los turistas hagan esto, está claro). Está organizado como un parque temático, con distintos pequeños pabellones por países, zonas de restauración y venta de recuerdos, bastante caros para los precios que se manejan aquí.
Aproveché también la cercanía para visitar otro museo, el Inti Ñan ($3). Es muy interesante ya que en él muestran los distintos modos de vida y costumbres de las distintas comunidades ecuatorianas. Amazónicas, Andinas, etc., así como fauna y flora de todo el país.
Llama la atención los Uskuar (similares a los Jíbaros) que practican la reducción de cabezas. En el museo también se ofrecen distintos experimentos (más o menos científicos) de la particularidad de estar sobre la línea ecuatorial.
Para rematar el día fuimos a un centro comercial donde Ceci tenía que hacer ciertas gestiones en los bancos. Estuve curioseando camisetas de fútbol y ropa de deporte pero la calidad no era destacable y los precios se asemejaban bastante a los europeos por lo que no me interesaron.
Pasé el resto de la jornada de relax. Vimos una de Bruce Willis en un DVD que trajo el hermano de Ceci a casa… memorable el acento ecuatoriano del bueno de Bruce acostumbrado a oirlo en castellano siempre con la misma voz.
Antes de cenar salí a dar un paseo, aprovechando para confirmar en internet ($0,40) los datos del viaje de vuelta, vuelo y demás. Cenamos encocado (pescado con ralladura de coco) y charlamos hasta que caímos rendidos. Mi última noche de sueño ecuatoriano.